Entradas populares

domingo, 13 de marzo de 2016

Introducción

El síndrome de Estocolmo se refiere a un grupo de síntomas psicológicos que se producen en algunas personas en cautiverio o situación de los rehenes. Se ha recibido una publicidad considerable de los medios en los últimos años, ya que se ha utilizado para explicar el comportamiento de tales víctimas de secuestro conocidos como Patty Hearst (1974) y Elizabeth Smart (2002). El término toma su nombre de un atraco a un banco en Estocolmo, Suecia, en agosto de 1973. El ladrón tomó cuatro empleados del banco (tres mujeres y un hombre) en la caja fuerte con él y los mantuvo como rehenes durante 131 horas. Después de que los empleados fueron puestos en libertad, por último, que parecían haber formado un vínculo emocional con la paradoja de su captor, que dijo a los periodistas que vieron a la policía como su enemigo en vez de el ladrón de bancos, y que no tenían sentimientos positivos hacia el penal. El síndrome fue nombrado por primera vez por Nils Bejerot (1921-1988), profesor de medicina que se especializa en la investigación de la adicción y se desempeñó como consultor psiquiátrico de la policía sueca durante el enfrentamiento en el banco. Síndrome de Estocolmo es también conocida como Síndrome de Supervivencia de identificación.

Síndrome de Estocolmo se considera una reacción compleja a una situación alarmante, y los expertos no se ponen de acuerdo por completo en todos sus rasgos característicos, o de los factores que hacen que algunas personas sean más susceptibles que otras a desarrollarlo. Una de las razones para el desacuerdo es que no sería ético para poner a prueba las teorías sobre el síndrome mediante la experimentación en seres humanos. Los datos para la comprensión del síndrome se derivan de situaciones de rehenes reales desde 1973, que difieren considerablemente de unos a otros en términos de ubicación, el número de personas involucradas, y los plazos.

martes, 8 de marzo de 2016

Síndrome de Estocolmo

En agosto de 1973, un atracador llamado Olsson se introdujo en una entidad bancaria de Estocolmo, capital sueca, con la intención de cometer un robo. Sus planes no funcionaron según los había previsto y la policía rodeó el banco, impidiéndole la huida. Olsson tomó entonces como rehén a una empleada de la oficina, Kristin, a quien retuvo durante varios días. Cuando la aventura llegó a término, Kristin había desarrollado tales lazos afectivos con su captor, que se enamoró de él. La policía procedió al arresto de Olsson y Kristin criticó en una entrevista periodística al Gobierno sueco por su falta de comprensión hacia las motivaciones del asaltante para emprender acción semejante; posteriormente contraería matrimonio. Desde entonces se denomina síndrome de Estocolmo a un conjunto de mecanismos psicológicos que determinan la formación de un vínculo afectivo de dependencia entre las víctimas de un secuestro y sus captores y, sobre todo, a la asunción por parte de los rehenes de las ideas, creencias, motivos o razones que esgrimen sus secuestradores para llevar a cabo la acción de privación de libertad. Paradójicamente, tal vez sea este caso histórico tomado como modelo para dar nombre al trastorno el primero donde no se produjo un Síndrome de Estocolmo sino un proceso de atracción y enamoramiento que nada tiene que ver con episodios de secuestro posteriores. El Síndrome de Estocolmo (SIES) no ha sido caracterizado nunca como un conjunto de signos y síntomas clínicos con entidad propia de modo que pueda llegar a constituir una categoría patológica determinante de diagnosis diferenciada.


Imagen 1. La sede del Banco Kredit Sveriges, vinculado al origen del nombre.
Así lo han entendido, al menos, los dos principales sistemas al uso de clasificación de desórdenes psicopatológicos, el DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría y el CIE de la Organización Mundial de la Salud, que en ninguna de sus sucesivas versiones ni en las actuales (APA, 1994 y OMS, 1992) lo han reconocido o incluido siquiera en categorías residuales o de investigación. En esta aparente inexistencia del SIES como trastorno identificable en los manuales diagnósticos han debido de influir sustancialmente el desconocimiento de su naturaleza derivado de la nula o marginal atención recibida por investigadores y autores (excepciones en Alonso-Fernández, 1994; Strentz, 1980; Graham, Rawlings, Ihms, Latimer, Foliano, Thompson, Suttman, Farrington y Hacker, 1995), que en su mayoría cuestionaron la propia existencia de este cuadro clínico, y las bajas tasas de incidencia del síndrome, que además de aparecer en el transcurso de cautiverios y secuestros (factor que disminuye el potencial número de casos) raramente deja indicios salientes en las víctimas, si es que llega a originarse. Las complicaciones para su estudio riguroso vendrían asimismo determinadas por la dificultad de observación clínica de los rehenes, que en la práctica totalidad son tratados por el especialista de salud mental con posterioridad a la fase de liberación y, entonces, a la luz de los síntomas, son diagnosticados en su mayor parte como afectados por el Trastorno por Estrés Postraumático-PTSD (APA, 1987).

El Síndrome de Estocolmo es un estado psicológico en el que la víctima de secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador. Normalmente se plantea como una enfermedad fruto de la desorientación y del estrés. El Síndrome se está extendiendo de forma preocupante: estos síntomas los padecen todos los que están dispuestos a renunciar a su propia libertad por amor a aquello que les encarcela. 



Imagen 2. Rehenes en el banco
Kredit Sveriges.

En una época caracterizada por atentados terroristas y crímenes de la delincuencia organizada internacionalmente, la sensación de inseguridad se mezcla con la incertidumbre acerca del futuro y con el temor al “otro” o a “lo desconocido”. La instrumentalización de estos miedos representa uno de los mecanismos más poderosos de dominación y regulación social. En el marco del proceso de mundialización de la economía y de la globalización del modelo neoliberal, los medios de comunicación de masas, capaces de generar “realidad/es”, constituyen sin embargo la principal fuente de alimentación de las obsesiones del ciudadano de las sociedades avanzadas. Las prácticas artísticas que se inscriben en la realidad social actual manifiestan un creciente interés por cuestiones relacionadas con el control social, las nuevas formas del poder y las plataformas de resistencia. Debido a la breve extensión del presente texto, se presentarán dos únicos ejemplos de prácticas artísticas relacionadas con los conceptos de libertad y seguridad, privacidad y vigilancia, a través de la selección de los proyectos más reveladores de los colectivos españoles “Fundación Rodríguez” y “El Perro”. El hilo conductor que une a las propuestas de estos dos grupos se encuentra en el análisis crítico de los medios de masas, en la preocupación sobre la progresiva escenificación de los ámbitos de la convivencia y en la implementación de imaginarios alternativos a los dominantes en el proceso de globalización. Los mecanismos de control social globales tienen un carácter cambiante, dinámico, que toma en consideración los cambios políticos, económicos y sociológicos, interioriza y desarrolla los adelantos tecnológicos, perfeccionándose y adecuándose a cada momento y lugar específico. Por esa razón, ambos colectivos centran su análisis en un contexto concreto, o sea en la realidad sociopolítica en la que viven. Su estrategia se podría resumir en el lema: “piensa en global, actúa en local”.


Imagen 3. Francotiradores en la azotea opuesta al banco
que quiso robar Olsson el 23 de agosto de 1973.

Causas

El síndrome de Estocolmo puede parecer curioso a primera vista. La literatura menciona varias posibles causas para tal comportamiento:
• Tanto el rehén o la víctima como el autor del delito persiguen la meta de salir ilesos del incidente, por ello cooperan.
• Los rehenes tratan de protegerse, en el contexto de situaciones incontrolables, en las cuales tratan de cumplir los deseos de sus captores.
• Los delincuentes se presentan como benefactores ante los rehenes para evitar una escalación de los hechos. De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito.
• Con base de la historia de desarrollo personal se puede ver el acercamiento de las víctimas con los delincuentes, una impresión en la edad infantil. Un infante aprende que uno de los padres está enojado, aunque sufre por ello, puede tranquilizarlo por el desvanecimiento de los comportamientos "malos/enojados" y como prueba contraria trata "comportarse bien", puede activar este reflejo en una situación extrema.
• La pérdida total del control, que sufre el rehén durante un secuestro, es difícil de digerir. Se hace soportable en el que la víctima se trata de convencer a sí misma, ya sea por su propia voluntad, por ejemplo: se identifica con los motivos del autor del delito.

Situaciones

De acuerdo con el psicólogo Nils Bejerot, el síndrome de Estocolmo es más común en personas que han sido víctimas de algún tipo de abuso, tal es el caso de:
• Rehenes
• Miembros de una orden de culto.
• Niños con abuso psicológico.
• Prisioneros de guerra.
• Prisioneros de campos de concentración.
• Víctimas de incesto.

Casos famosos

Patricia Hearst durante el atraco protagonizado por el SLA en el banco Hibernia. Otros casos famosos incluyen rehenes de aviones y otras personas secuestradas, Patricia Hearst, nieta del influyente y poderoso editor William Randolph Hearst, quien, después de haber sido retenida por una organización terrorista (el Ejército Simbiótico de Liberación), se unió a ellos varios meses después de haber sido liberada.

Imagen 4. El caso que más se relacionan con el Síndrome de Estocolmo es el de la heredera estadounidense Patricia "Patty" Hearst, secuestrada un año después del asedio al banco en Estocolmo.



Factores y tratamiento



El trato durante el secuestro es un factor importante para que ocurra el Síndrome de Estocolmo. "En la medida que haya sido más negativo, violento, agresivo, la posibilidad de que se presente disminuye sensiblemente", señala Meluk. "En cambio, sí ha sido muy bueno, sin haber mucha violencia, entonces la posibilidad aumenta".
Otros factores para que ocurra este fenómeno son la edad de la persona que ha sido secuestrada -"encontré que mientras más joven es la persona más tendencia hay para que se presenten síntomas parecidos a los de este síndrome", explica el especialista- y el tiempo, "si el secuestro ha sido muy prolongado, la posibilidad de que haya una identificación aumenta".
Correal no desarrolló el Síndrome de Estocolmo, pero sí confiesa en algún momento haber sentido lástima por sus secuestradores. "Yo los veía igual de atados que yo".
En cualquier caso, el Síndrome de Estocolmo caería dentro de la categoría de efecto postraumático cuyo tratamiento -según Emilio Meluk- requiere de una intervención escalonada "en el contexto de su propia comunidad y su familia".
"Si la situación es extrema, con síntomas de mucha angustia, insomnio, pérdida de control, ideas recurrentes de que el sujeto sigue secuestrado, estados de agresividad, pérdida de contacto con la realidad, etc., entonces ya pasaría a una intervención de carácter psiquiátrico, pero ya es una decisión que se hace en cada caso particular", agrega Meluk.
Quizás una de las mayores dificultades para diagnosticar este síndrome, que también es conocido como vinculación afectiva de terror o traumática, se deba a que no está reconocido por los dos manuales más importantes de psiquiatría: el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales y la Clasificación internacional de enfermedades.
"Yo diría que una buena discusión sería ver cuál es el alcance que este síndrome puede tener hoy en día. Sobre la base de la experiencia colombiana yo no le vi ningún sentido".
Emilio Meluk considera que el término es obsoleto debido a que la forma de supervivencia de un secuestrado, en un momento dado, es inclinarse a favor de los secuestradores.

Otros usos

Fuera del contexto criminal una forma de que el síndrome puede ocurrir es en el entrenamiento militar básico, en el cual este es una experiencia ligeramente traumática con la meta de formar ligas entre las unidades militares, que seguirán siendo leales entre sí, aún en situaciones de peligro de muerte. Similarmente, los efectos del sistema de las "novatadas" en la introducción a grupos (tales como fraternidades y las hermandades de mujeres) se han comparado al síndrome. En la antropología cultural un síntoma similar común es la captura de la novia. Lealtad a un abusador más poderoso - a pesar del peligro que esta lealtad pone a la víctima de abuso- es común entre víctimas de abuso doméstico, los maltratados y el abusador de infantes (infantes dependientes). En muchos casos las víctimas eligen seguir siendo leales a su abusador, y eligen no dejarle, incluso cuando se les ofrece una colocación segura en hogares adoptivos o casas de seguridad. Este síndrome fue descrito por los psicoanalistas de la escuela de la teoría de las relaciones del objeto (véase Fairbairn) como el fenómeno de la identificación psicológica con el abusador poderoso.
Hay especialistas en salud mental que afirman que el síndrome de Estocolmo no solamente lo sufren personas secuestradas, pues establecen que hay quienes por alguna razón son incapaces de huir del sometimiento psicológico por parte de un “captor”, que bien puede ser alguno de los padres, esposo o novio. El ejemplo más típico y predominante de este tipo de problemática es el de muchas mujeres maltratadas por su pareja, para quienes resulta imposible terminar la relación. Algunas consideran no tener mejores opciones ni dinero, pero sí demasiados hijos que mantener, lo cual les impide romper el lazo conyugal. Lo más sorprendente es lo que ocurre con las féminas que, pese a contar con independencia personal y económica y tener acceso a recursos alternativos, continúan con las relaciones donde sufren violencia.Por increíble que parezca estos dos grupos de mujeres comparten la reacción paradójica de desarrollar fuerte vínculo de afecto hacia sus agresores sin poder denunciarlos e, incluso, llegan a justificar y hasta a defender las razones del maltrato al que son sometidas. 



Imagen 5. Síndrome de Estocolmo domestico. 


Este tipo de relación tiene su origen en el desequilibrio de poder y la combinación de trato bueno y malo por parte de la pareja, ya que tales variaciones pueden formar un lazo enfermizo; en este tipo de situaciones es común que la víctima niegue la parte violenta del agresor y sólo reconozca la que percibe como positiva. El proceso para que una mujer se adapte psicológicamente al tipo de relación descrita está determinado por diversos cambios y desarrollo de adaptación, lo cual puede resumirse en cuatro estados: Desencadenante. Primeros golpes y maltratos que rompen la seguridad. Reorientación. Cuando ella trata de evitar conflictos y se culpa de la situación. Afrontamiento. La mujer asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección para salvaguardar su integridad psicológica. Adaptación. Aceptación de la nueva condición a través de identificación con la personalidad de quien la maltrata.


Conclusión

Los vínculos emocionales con los abusadores son, en realidad, una estrategia de supervivencia de las víctimas de abuso e intimidación. La reacción del “Síndrome de Estocolmo” en situaciones de toma de rehenes y/o situaciones abusivas son tan conocidas en la actualidad que los negociadores de rehenes policiales ya no las ven como reacciones inusuales. De hecho, frecuentemente se alienta este tipo de reacción en situaciones delictivas porque aumenta las posibilidades de supervivencia de los rehenes. El lado negativo de esto es que también asegura que aquellos rehenes que experimentan el “Síndrome de Estocolmo” no colaborarán mucho durante el rescate o la prosecución penal. El personal de cumplimiento de la ley local ha reconocido este síndrome, a lo largo de mucho tiempo, en el caso de mujeres golpeadas que deciden no presentar cargos contra el abusador, pagan la fianza de su esposo o novio golpeador para que sea liberado de prisión, y hasta han llegado a atacar físicamente a la policía cuando ésta acude a rescatarlas de un ataque violento.
Es importante comprender los componentes del Síndrome de Estocolmo, ya que se relacionan con las relaciones abusivas y controladoras. Una vez que se comprende el síndrome, es más fácil comprender por qué las víctimas apoyan, aman, e incluso defienden a sus abusadores o controladores.
Cada síndrome tiene síntomas o conductas, y el Síndrome de Estocolmo no es una excepción. Aunque no se ha determinado una lista precisa de características, debido a la diversidad de opiniones entre los expertos y los investigadores, muchas de las siguientes características se encontrarán presentes:
• Sentimientos positivos por parte de la víctima hacia el abusador o controlador.
• Sentimientos negativos por parte de la víctima hacia sus familiares, amigos, o hacia las autoridades que intentan rescatarla o apoyarla o conseguir su liberación.